Saturday, June 21, 2014

Ya no soy la misma que llego a Colombia.


Escribo esto en el mismo aeropuerto por el cual pase para llegar a Colombia, tiene el mismo bullicio de gente pero yo no soy la misma Sandra que esperaba ansiosa aquel avión que me llevaría a Colombia. Ahora espero al avión que me devuelva  a mi tierra, Puerto Rico, donde intercambiare el “¿Quiere un tinto?” por el “¿Quieres café? ¿Pulla o con azúcar?” Ya no soy la misma que llego a Colombia.

                Cuando llegue, llegue con el equipo de Wine to Water, y como ellos llegaba desorientada a un país nuevo. Solo que conocía el lenguaje y con mi rol de interprete tenía que ajustarme rápido y tratar de hacerles entender en ingles el mundo colombiano. Durante la semana fuimos a San Antonio e Irené; en ambas comunidades servimos e intentamos proveerles lo que nosotros tenemos en abundancia y tomado por garantizado: agua limpia. Lo hecho en esta semana lo dejare para que, si tienes la oportunidad, lo experimentes con tus propios cinco sentidos. Las descripciones tienen el habito de volverse monótonas y nunca hacen justicia a la realidad. Las palabras tienen sus límites. 

                De lo que si hablare es de cómo va la transición del pensamiento, “Voy a este lugar a enseñar y compartir el evangelio” a “He sido cambiado por esta experiencia”. Cuando llegue era para impartir, para dar y compartir el conocimiento de un Dios que los ama. En vez volví con una convicción más profunda de mi fe. Vi el Amazonas y su majestad imponente; los niños y su cariño libremente regalado, su disposición de siempre querer ayudar, y la sonrisa desbordante cuando reciben una biblia. Este fue el escalpelo que el Señor uso para cortar, abrir y enseñarme quien era él y quien era yo. Me mostro cosas que ni yo sabía estaban en mi corazón. Y me enseño como quitarlas de mi vida.

                Jesús dijo que era mejor dar que recibir pero no dijo que cuando das eres cambiado permanentemente en una parte recóndita de tu alma. Y si, ya no soy la misma que fue a Colombia hace varias semanas, soy diferente por las bendiciones que me dio el Señor cuando yo estaba dando a otros. Vuelvo agradecida por comida, por ropa, por agua limpia y por tener la esperanza que me da Dios. Eso fue lo más importante. Cada día que pasaba mi amor por Dios se hacía un espacio más grande en mi corazón y se tornaba más intenso. No entiendo porque el Señor permitió que yo,  una persona ínfima,  viviera esta experiencia pero si sé que estoy agradecida con una capacidad más grande de agradecer, que lo adoro con una capacidad más grande de adorar y que ahora le puedo servir con más devoción. He crecido en este viaje y se lo agradezco al que me permitió tomarlo: Dios.